

K.S. GIRTAB SAGA 12 FILOS
Prólogo
Había tensión en el ambiente, todo el país estaba en vilo, la esperada guerra estaba a punto de iniciar, el enfrentamiento entre las dos entidades más dominantes de Boleria por la supremacía era inevitable, el Distrito Comercial de Arcadia en contra de la Ciudad Oculta Hiddensh de Ishtar. El gran duelo de potencias se desarrollaría en Arcadia, en la parte sur del Distrito Comercial; desde su fundación jamás se había perpetrado una batalla en esa demarcación, era considerada tierra sagrada.
Pero había excepciones: las contiendas deportivas. Los afortunados aficionados que habían logrado conseguir un boleto estaban ante el juego más grande de todos los tiempos entre dos equipos históricos: los Potros del Distrito Comercial en contra de los Pumas de la Ciudad Oculta Hiddensh, duelo de poder a poder de los dos equipos más calientes de los últimos tiempos.
Para llegar a esa instancia ambas escuadras habían derrotado a los equipos más grandes del país: los Constructores del Cinturón de la Ciudadela y los Monjes de la Ciudad Sagrada de Uruk. El escenario estaba listo, las dos escuadras en la cancha y ochenta mil afortunadas almas viviendo el juego de sus vidas, no importaba quien ganara, ese día se rompería un récord en el que sería recordado como el mejor partido de la historia.
Los jugadores ya se encontraban listos para iniciar las hostilidades, todos con su brazalete en la muñeca derecha que les indicaba hasta donde podían utilizar su poder elemental. El árbitro central dio inicio al juego, los números y movimientos en las casas de apuestas trabajaban al máximo, en la cancha, dos históricos equipos se debatían a muerte por la gloria deportiva, uno por la temporada perfecta, el otro, por el tricampeonato y la hazaña de ser el primer anfitrión campeón.
En el estadio, tres miembros de una familia antigua, poderosa y caída en desgracia, se reunían no precisamente para ver el juego, tenían que discutir cosas más importantes y trascendentales para Boleria, se hacían llamar entre ellos: "los descendientes de Caín" y discutían la conveniencia de ingresar en una guerra que definiría el destino del país.
Asiria, una de las dos mujeres del grupo, veía el juego sin ningún interés, se notaba incómoda entre los gritos y los cánticos de los aficionados apoyando a su equipo.
- ¿No pudieron haber elegido un sitio mejor para reunirnos? Me enferma estar entre tanta gente estúpida.
- Tranquila, Asiria – le dijo el enorme hombre de color sentado a su lado –, es complicado reunirnos sin que nuestros vigilantes se enteren, este es el lugar y el momento ideal.
- ¿Y ahora cuál es el motivo de nuestra reunión, Gael? – preguntó Asiria sin querer discutir más sobre el lugar en el que se encontraban.
- La revolución que se está llevando en el estado, obviamente.
- Perdieron los rebeldes, Gael – comentó Asiria –. ¿Qué más tenemos que saber de eso...?
- Que las cosas en el Quinto Distrito se pondrán más difíciles, me lo ha dicho Shalem, la guerra por la llave que abre las puertas del último piso de la Ciudadela se recrudecerá, él me ha pedido que intervengamos.
- No estoy de acuerdo – dijo Rasaxe, la otra mujer del grupo –. Esa guerra lleva siglos llevándose a cabo, no pienso inmiscuirme en eso.
- Nosotros tres somos los únicos miembros de la familia que no estamos inmiscuidos en esa guerra – respondió Asiria –, si se abren esas puertas el mundo regresará a sus peores épocas...
- Lo dudo, yo al igual que ustedes conozco la posición de Darius, él puede controlar a los prisioneros del último piso de la Ciudadela, si es así, el mundo sería nuestro...
- No digas tonterías – Asiria se molestó con el comentario de su hermana –. Nadie puede controlar a esos seres...
- Yo pienso igual que Rasaxe – comentó Gael –, por lo menos en la cuestión del tiempo, cada vez se unen más miembros de la familia a esa maldita guerra y no se ha definido nada, yo no pienso gastar mi vida en esa contienda.
- ¿Qué opinas tú, Asiria? – preguntó Rasaxe.
- Que Shalem no es imparcial al pedirnos que intervengamos, él ya ha definido bando, nosotros no, yo tampoco quiero meterme en esa disputa.
- Gino, Alcides y Kerb han regresado y ellos pueden definir esta guerra – comentó Gael –, vamos a esperar unos años, a ver la posición de uno y otro, entonces decidiremos, debemos estar con el bando ganador.
- Esa propuesta me agrada – dijo un aficionado no invitado a esa reunión –, creo que es lo más justo para todas las partes...
Los tres hermanos voltearon a ver al sujeto que los había interrumpido, lo conocían demasiado bien y ninguno de ellos simpatizaba con su causa.
- Sachell... – dijo Gael –. ¿Qué demonios haces aquí?
- Sólo tenía curiosidad de lo que estaban tramando, ustedes tienen prohibido reunirse, deberían saberlo...
Asiria amagó con atacar al incómodo visitante que se había inmiscuido en su reunión, pero Rasaxe la detuvo. Sachell reía divertido.
- Tranquila, fiera, no olvides que estamos en tierra sagrada, les recomiendo que se vayan lo antes posible, alguien avisó de su reunión clandestina...
Gael se levantó y pasó el brazo por el cuello de Sachell abrazándolo amigablemente.
- Ten cuidado, amigo, sé dónde vives y puedo ir a visitarte cuando se me antoje...
Sachell sonrió y también abrazó a Gael.
- Creo que están equivocados respecto a mí, yo vine a advertirles, saben a quién represento y su hermano quiere reunirlos a todos, quien los ha dejado al descubierto es ese que está allá.
Sachell señaló a un costado del estadio, en ese lugar se encontraba Octavius, la persona encargada de vigilar a los tres hermanos y evitar que se juntaran para intrigar en contra de su país, todos maldijeron, sabían que uno de ellos sería capturado y encerrado.
- ¿Cómo diablos se enteró? – preguntó molesto Gael.
- Eso es lo de menos – dijo Rasaxe con el rostro sombrío –. Seguramente yo voy a ser capturada, Octavius ya me lo había sentenciado la última vez que nos vimos... ¡malditos sean todos ustedes!
Asiria y Gael se levantaron sin importarles dejar a su hermana a su suerte, todos comprobaron que efectivamente, ella sería la detenida, Octavius se quedó en su lugar viendo fijamente a los tres hermanos pero sólo podía detener a uno de ellos, no existía nadie más con el poder de atraparlos, cuando Gael y compañía trataron de buscar a Sachell, éste ya se había desvanecido.
Mientras se celebraba el juego del siglo y lejos de las conspiraciones para salvar o destruir el país, en la parte media del edificio de la Ciudadela, Ambar Hobbs corría con su pequeña hija en brazos, el movimiento revolucionario de los rebeldes había fracasado y ahora ya se estaba llevando a cabo la cacería de sus líderes.
Sus primos habían sido piezas fundamentales del conflicto en ambos bandos, Yngvar era el Comandante Supremo oculto de los rebeldes, lo habían dado por muerto pero el Arcángel Lahatiel lo había rescatado a tiempo y le había salvado la vida.
Por su parte, Lothar era el cerebro y principal estratega del estado, al final, el más pequeño de los hijos de su tío Olaf Hobbs fue el vencedor, además del intelecto superior del estratega del estado había otra poderosa razón que completó su victoria, los rebeldes habían sido traicionados, algunos miembros de la Armada Elemental, quienes eran los protectores del Tercer Distrito para establecer una equivalencia de poder en el exterior de la Ciudadela, habían traicionado a la causa, y no sólo eso, la habían traicionado a ella.
Su madre había sido la guerrera suprema conocida como Amaterasu, el poder de la máxima controladora del viento no le había sido heredado a Ambar, pero sí a su nieta menor: Rhinna, eso sólo lo sabían cuatro personas en todo Arcadia: sus primos Xander e Yngvar, Nia Feng y Sigger Nisser, todos los demás pensaban que su primogénita sería la sucesora, estaban equivocados.
Sabía que el traidor era Sigger Nisser, un tipo que siempre había ambicionado el poder, su padre fue nombrado Delegado del Primer Distrito tras la guerra con el país de Stoa y después, tras la llegada del Círculo del Zodiaco a Arcadia, Regente del Distrito Comercial, puesto que le fue entregado a Sigger años después.
El guerrero conocido como Izanagui sabía que la nieta de Amaterasu sería la futura líder de la Armada Elemental y seguramente por eso la había traicionado, no había otra opción, Xander estaba recluido en el Quinto Distrito junto con Mefistófeles Yaotl y en ese momento Yngvar y Nia se estaban jugando la vida por proteger a su pequeña hija.
Ambar seguía corriendo, a pesar de su gran velocidad sentía que casi la alcanzaban, no podía permitir que su niña fuera educada y controlada por los habitantes de los pisos superiores. Estaba segura que su hija y la generación que venía serían los que culminarían la obra que ella y otros grandes guerreros habían iniciado, ninguno de los hijos de los rebeldes sería educado en el Cinturón, crecerían pobres, con carencias, así entenderían el mal del pueblo y la tiranía del gobierno, así lo habían decidido los principales líderes, por eso nadie dejó a sus hijos con sus familias, confiaban en que su instinto natural de supervivencia y la protección de los Dioses los sacarían adelante.
Finalmente logró llegar al límite del edificio principal de la Ciudadela, por el gigantesco ventanal se distinguía parte de la zona militar, no había tiempo, ya casi la habían alcanzado, concentró todo su poder y logró abrir un pequeño hueco en el poderoso cristal, vio por última vez a su pequeña niña, sonreía divertida, le gustaba la velocidad y sentir el viento en su rostro, la besó y se aguantó las ganas de llorar, debía confiar, cerró los ojos y lanzó a su hija al vacío, después desenfundó su espada y enfrentó a sus perseguidores en un combate a muerte.
La pequeña gritaba asustada mientras caía hacia su muerte, pero antes de que golpeara el suelo fue rescatada por Nia Feng montada en una inmensa ave, iba acompañada de un hombre cubierto de vendas que protegían su quemado cuerpo.
- ¿Ahora qué hacemos, Yngvar?
- Vamos hacia las montañas del Tercer Distrito.
- No creo que lleguemos – Nia Feng sabía que todos los guerreros élite que servían a la Ciudadela estaban tras de ellos.
- Inténtalo, de otra forma estamos perdidos, los habitantes de los pisos superiores no pueden tener a mi sobrina, no podemos permitirlo, si perdemos la guerra, ella es el futuro...
- La guerra ya está perdida...
- No hasta que caiga el último rebelde.
- Está bien, lo que tú digas. – Nia Feng levantó la vista al cielo y le dio la espalda a su compañero, consideró ocioso discutir con él sobre la inminente caída del movimiento revolucionario, prefirió concentrarse en su principal objetivo: proteger a la pequeña Rhinna y llevarla a un lugar seguro.
El ave se dirigió hacia las montañas del Tercer Distrito pero en el camino fue interceptada por un león oriental alado y un dragón oriental de color negro, Nia conocía perfectamente bien a los guerreros que controlaban esas bestias, eran sus compañeros de la naciente Armada Elemental: Sigger Nisser y su esposa Ana Arianrod. Nía veía a sus supuestos compañeros con desconfianza
- Izanagui, Izanami... ¿qué demonios hacen aquí?
- Nüwa, entréganos a la niña – le contestó Izanagui al tiempo que señalaba a la pequeña Rhinna Hobbs.
- ¿Por qué he de hacerlo? – preguntó la guerrera colocándose entre su compañero y la menor.
- Porque así te lo ordeno yo, soy el líder de la Armada.
- Mi líder es esta niña – respondió Nüwa mientras alejaba a la menor de su compañero de la Armada Elemental.
- Así es y mi deber es protegerla, será mejor que me la entregues ahora mismo... – Izanagui estiró la mano hacia Nia Feng.
- No – Nüwa de un manotazo alejó el brazo de su compañero –, tú quieres hacer lo mismo que todos, controlarla y manipularla...
- ¿Y qué es lo que quieres hacer tú? – le recriminó el guerrero –. ¿Educarla?
- Eso a ti no te importa, soy su madrina y su madre me la encargó a mí, la niña es mi responsabilidad.
- Lo siento, Nüwa, pero vas a entregarme a esa pequeña por tu voluntad o a la fuerza.
- Será a la fuerza entonces – dijo Yngvar.
Ana Arianrod empezó a reír.
- ¿Y quién es ese lisiado que viene contigo?
Nia Feng sonrió al percatarse de que ninguno de sus compañeros se había dado cuenta que la acompañaba Yngvar Hobbs, todos pensaban que estaba muerto, mejor, así nadie sabría a dónde se llevarían a la pequeña.
- Es el futuro mentor de Amaterasu.
Dicho esto la gran ave Peng embistió al dragón Tianlong y al león Pixiu, después huyó a toda velocidad, la gigantesca ave era increíblemente rápida, pero el Pixiu era un animal controlador del viento, siguió sin ninguna dificultad a la descomunal bestia. Izanagui por su parte saltó de Tianlong y convocó a otro dragón de color verde-azuloso controlador también del elemento viento: Shenlong.
Las bestias enemigas seguían perfectamente el ritmo de la gran ave, mientras Shenlong atacaba al Peng, el Pixiu hacía lo propio contra sus tripulantes, Yngvar mantenía más o menos a raya al león oriental alado, pero sabía que no lo haría por mucho tiempo.
- ¿A dónde te diriges Nia? – preguntó Yngvar al ver que se alejaban de las montañas.
- Al Distrito Comercial, ahí es tierra sagrada, no podrán hacernos nada.
- Te equivocas, no podemos pelear, pero sí pueden arrestarnos.
- Ahora mismo están a punto de matarnos, lo importante es llegar, ya estando ahí veremos cómo nos las arreglamos.
- Está bien, ve al sur del distrito, ahí va a estar atiborrado de fanáticos que están viendo la gran final de los potros y los pumas.
Izanagui e Izanami adivinaron las intenciones de Nüwa y arreciaron sus ataques, finalmente el Pixiu logró llegar hasta donde estaba la pequeña, en un rápido movimiento, impensable por el lamentable estado en que se encontraba su cuerpo, Yngvar lanzó a la niña a los brazos de Nia y saltó sobre Izanami, la derribó de su bestia cayendo ambos al vacío, el león oriental alado inmediatamente fue por su ama destrozando el cuerpo de Yngvar en el camino, pero el objetivo se había cumplido, Nia había llegado al Distrito Comercial, tocó tierra y su ave desapareció.
Con lo que no contaba la controladora del Peng era con que ya la esperaban en ese lugar Etneo Brunn, Argento Riazor y Raam Shmuel con la fuerza pública. Nia Feng levantó la vista al cielo, pidió perdón a los dioses y después hizo lo impensable, volvió a convocar a su gigantesca ave y realizó un ataque en el Distrito Comercial.
Los tres patriarcas se quedaron estáticos y asombrados, hacía siglos que nadie había realizado un acto hostil en ese lugar, ni siquiera se atrevieron a perseguir a Nia cuando huyó con su ahijada en sus brazos, los tres sintieron el miedo más profundo, un temor que nunca habían conocido, su instinto de supervivencia les dijo que no siguieran a esa mujer o tampoco volverían a ver la luz del día.
Después de correr un par de calles, Nüwa volvió a encontrarse con Yngvar Hobbs, éste la veía con pesar.
- ¿Qué has hecho Nia? Te has condenado...
- Juré que protegería a mi ahijada y eso es precisamente lo que he hecho.
- No así, el precio es demasiado alto...
- Fue mi decisión, respétala y hónrala de la única manera que puedes hacerlo, vive por esa niña y asegúrate que sea una persona que sirva a su estado.
- Te lo juro.
- Ahora vete, nadie sabemos lo que va a pasarme, si ni los patriarcas se atrevieron a seguirme es que debe ser algo muy malo, adiós Yngvar.
- Adiós Nia.
El antiguo FILO número dos se fue con la pequeña, en ese momento tres gigantescos sacerdotes encapuchados, uno con una sotana verde, otro con una sotana café y el último con una sotana naranja, llegaron por Nia, la miembro de la Armada Elemental aceptó su destino, cayó de rodillas, entrelazó sus manos y empezó a orar pidiendo a los tres Dioses clemencia por la salvación de su alma y la protección de su bebé recién nacida: Nhay. En ese momento desapareció con los tres enormes sacerdotes.
Yngvar caminaba con la pequeña en brazos, debido a las lesiones que le habían ocasionado su hermano Lothar con la ayuda de su amigo Ragnar en la batalla en que perdió su espada sagrada Excalibur, sus ojos eran incapaces de crear lágrimas, pero lloraba por el sacrificio de Nia y Ambar, observaba con ternura a la niña.
- Rhinna, esta es la última vez que escuchas tu verdadero nombre, tu madre y tu madrina abrazando la grandeza dieron la vida porque fueras educada para terminar con la opresión, por el contrario, yo soy un hombre que se dejó llevar por sus bajos sentimientos y que trató de matar a su propio hermano, la horrible e inservible criatura que soy ahora es mi castigo por eso, lo acepto, pero te juro que seré un mejor hombre, el mejor que dicte la moral, el buen juicio y el alma humana, dedicaré mi vida entera a educarte para que seas una buena persona, si logro que seas la mitad del ser humano que fueron Ambar y Nia, habré tenido éxito y moriré en paz y tranquilo. Nadie jamás debe saber que existes, tu nombre quedará en el olvido, a partir de ahora te llamarás Rhiannon.
© 2013 by K.S. Girtab